Cuando la chica de 14 años Emma Kurtzman rechazó los tímidos requiebros adolescentes de Adam Franklin en la puerta del Gran Pabellón de Camp Weehawken, ninguno de los dos sabía nada del sexo real y adulto. Pero sí que lo saben cuando, años después, Emma (Natalie Portman) y Adam (Ashton Kutcher) vuelven a a encontrarse (como parecen haber hecho al azar toda su vida) y terminan en la cama practicando el sexo. Y practicándolo muy bien.
Y puesto que Emma tiene, como ella dice, una “alergia morrocotuda a las relaciones”, y Adam igualmente las rechaza - mayormente porque su padre (Kevin Kline), una antigua estrella de la televisión, está saliendo con una reciente ex novia de Adam - , ambos deciden prescindir del follón emocional que conlleva una relación y ser simplemente amigos con derecho a roce. Rollo sin cuelgues, sexo sin sustos, coitos sin coste. Sin ataduras, ni mentiras, ni celos, ni achuchones, ni emoticonos, ni desayunos compartidos, sin “te echo de menos”, sin apodos para ciertas partes del cuerpo, sin liarse... en definitiva, “Sin compromiso”. Lo que comienza siendo una solución perfecta para sus necesidades físicas se convierte en algo más peliagudo cuando Adam, sin darse cuenta, lleva sus sentimientos a la cama (y al armario del hospital, al asiento de atrás del coche y a prácticamente cualquier sitio que ofrezca un soporte horizontal). Al final, ambos terminan intentando desatar los lazos que intentaban evitar y esforzándose por responder a una pregunta clave: ¿pueden dos amigos practicar el sexo sin que el amor se interponga?
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